A Minguecho.
Lavaron
su cuerpo
en la
mesa de mármol,
le
pusieron ropa
que
jamás usó,
Quemaron
sus prendas
y el
palo que usaba,
sé
que algún nostálgico,
por
su honor guardo.
Lo
vieron los niños
que
lo respetaban,
porque
alguna madres
su
figura usó,
para
que durmieran
la siesta
sin ruidos,
¡el
hombre de la bolsa!
Un
niño llevó.
Contaba
mi padre
que
cuando él era joven,
Minguecho
existía
era viejo entonces,
Y
sacaba cuenta,
cuantos
años tendría,
como
si se hablara
de una
estatua de bronce.
Me
parece verlo
al
galpón de chapa,
La
casa de mi abuela,
ella
allí le dio,
un
rincón en donde
dormía
en las noches,
siempre
en las mañana
el desayunó.
Sus
pasos cortitos,
alpargatas
rotas,
al
mirarlo nada
parecía
avanzar,
como
una tortuga
se
había ido del pueblo,
sin
que lo notaran,
ya no estaba más.
En un
pueblo del norte,
a un
perro por bueno,
para
no olvidarlo
una
estatua han hecho,
yo propongo
al mío
una placa,
un busto,
para recordarlo
al
viejo MINGUECHO.
Dardo
Campostrini.
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